Poco se habló de él en vida, y menos tras suicidarse, incapaz de asumir la muerte de su esposa. Un tipo de rostro inexpresivo que era capaz de hablar a través de su endiablada guitarra. Cara inexpresiva, unos sonidos de otro mundo. Los repartió en discos de su amigo (¿se puede ser su amigo?) Richard Hell, como miembro de los Voidoids. En los que grabó junto a Lou Reed (parte del misterio contenido en The Blue Mask es mérito suyo), o en el Rain Dogs de Tom Waits. Combinó su faceta más experimental junto a majaras como John Zorn, con trabajos alimenticios (llegó a grabar junto a Mikel Erentxun, glups), pero jamás perdió la capacidad de sorprender. Y, gracias a su fanatismo por la Velvet, que le empujó a grabar muchos de sus conciertos, salieron a la luz grabaciones fantásticas de la banda, recogidas en las llamadas The Quine Tapes, un fascinante triple compacto imprescindible para adoradores del terciopelo subterráneo. Recuerdo los dos conciertos que vi suyos en vivo, uno junto a Lou Reed presentando New Sensations (brutal el momento en que explotó un petardo brutal, cuyo sonido hizo saltar en el aire al amigo Reed....y no inmutó a Quine, el único que pareció no enterarse), el otro junto a Lloyd Cole: tocaron un <<A Gift>> de forma impecable......ya saben, esa canción en la que Lou proclamaba ser “un regalo para todas las mujeres de este mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario