Casi diez días he tardado en recuperarme totalmente de la última excursión a Madrid. Envidia sana, oigan. Llegamos el comando 66 rpm, tomamos la FNAC para la presentación del libro de Fernando Acordes Rotos, y empezó la fiesta. Diego Manrique tuvo la amabilidad de acompañarnos y compartir su sabiduría, el público llenó la sala hasta los topes y todo eran buenas vibraciones, llámenme hippie.
Tras cerrar el acto, nos juntamos con los compañeros del foro de Ruta 66, ocupando en su totalidad uno de los bares cercanos. Nos acompañaron un montón de amigos, y de ahí viajamos al Sol, ese planeta que cada noche aterriza en la calle Jardines. Nos reencontramos con THE FLESHTONES, la banda ideal para pasar un viernes por la noche, sin duda. Realizan una (nueva) extensa gira española, que no recala en Catalunya. ¿Para qué? En Barcelona cuesta convocar a más de 150 tipos dispuestos a brincar a ritmo de garaje si quien lo interpreta tiene más de veinticinco años y no sale en las revistas de tendencias. En Madrid, cartel de entradas agotadas, y la sala es una sauna en la que corren las cervezas de mano en mano. Más tarde nos barren del Wurlitzer. El espíritu de Malasaña sigue vivo, quizás menos saludable pero capaz de resucitar en situaciones concretas. Los implicados no lo aprecian, pero quienes no residimos en Madrid vemos la diferencia entre la noche madrileña y la del resto de ciudades de esta España plural que se funde a base de “maravillosas” reformas. El sábado, presentamos La Pequeña Historia de Roc, Eduardo Chinaski, Jordi Dead Horse 72 y un servidor, apoyados por los Right Ons, que se marcaron un set acústico cojonudo. Acostumbrados a verles y oírles a todo trapo, esta faceta inédita hizo flipar al personal. Tras ello, al Eno Visión, festival que unía vino y rock’n’roll, magnífica combinación....Un frío polar arrasaba las calles de Madrid, pero quien algo quiere sabe que algo le cuesta, y la asistencia a los actos era elevada. Vamos, como en Barcelona, donde enviaron a la gente a casa por miedo a una nevada inexistente...y la gente se quedó en casa.
Pues yo si me lo permite, le voy a llamar hippie.La verdad, hay una abismo entre Madrid y Barcelona en lo referente a conciertos, bares de rock n´roll de verdad (coño, en el Funhouse te ponen Decemberists & Cracker y tienen un cartel de Commander Cody)y tiendas de discos.Alucino al comprobar en lo que se ha convertido la cuidad condal.
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